Hay muchas razones por las que no me gusta la navidad, pero hay una de ellas que me molesta especialmente.
Durante estas fechas, y sólo en esta época del año, la gente no para de desearse mutuamente felicidad, fortuna, salud. Todos te recomiendan que comienzes el año de la mejor manera, con buen pie y con energías renovadas. Cada uno de nosotros mantiene, tarde o temprano, un diálogo interior en el que se hace repaso de lo pasado y se promete que esta vez todo va a ir mejor. Aquellas cosas que se siguen manteniendo en la agenda desde-ya-no-sabes-cuando, se resolverán gracias al empeño que , este año sí, se va a poner en ello.
Durante estos días, las rencillas se apartan en las familias para juntarse y brindar al amparo de las luces de colores del árbol de navidad, y bajo la atenta mirada de un papá noel -cada año más, y más grandes- colgado en la barandilla del balcón.
Es muy difícil tratar de no verse afectado por
el deseo de renovación sin límites que se respira por todos lados.
Y yo no lo entiendo.
Qué es lo que hace pensar, en un alarde de optimismo inimaginable, que a partir del 1 de enero, un lunes cualquiera como los otros cincuentaytantos, las cosas van a cambiar?
Que no va a ser tan caro el alquiler?
Que voy a tener un mejor sueldo?
Que voy a tener más tiempo para dedicarme a lo que me gusta de verdad?
Que no voy a tener que luchar por un curro de mierda por un sueldo de mierda?
Que mi marido va a dejar de pegarme?
Que no voy a tener que ir al centro comercial a comprar el pan?
Que los americanos y los ingleses van a irse de Irak?
Que voy a poder ir al país que elija y no me van a perseguir, explotar, encarcelar, pegar, aislar, deportar, prostituir...?
Que los políticos van a empezar a hablarme de la realidad?
Que...?
Supongo que mucha de la gente que desea todo esto, y que lo desea de verdad, también debería incluir en su carta a los reyes magos el deseo de que haya alguien que haga algo para que las cosas vayan mejor.
Es mucho más fácil que proponerse tratar de hacerlo uno mismo.
Tratar de ser uno mismo sin renunciar a aquello en lo que de verdad creemos es muy dificil.
No dejarse caer en esas pequeñas trampas que nos ponen, pensando que tampoco es tan importante, cuesta mucho. Hay muy poca gente así, y yo no soy uno de ellos. Es muy difícil ser así, y plantea muchas contradicciones, pero merece la pena. Cuando estoy delante de alguien así, me siento privilegiado de conocer a esa persona.
La realidad no va a cambiar por el hecho de que una vez al año lo deseemos. Y precisamente porque ese deseo responde no a una fuerza interior, sino a una imposición exterior de efectos tremendamente sedantes, la realidad no va a cambiar.
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2 comentarios:
Gracias, también conocerte a ti es un privilegio.
De veras.
un beso fuerte, pericopin
Nacho...donde estas?
Por qué no escribes? a mi me gusta leerte.
Solo eso.
Un besito desde tetuán.
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